"No voy esquivando árboles, voy recorriendo un camino de nieve, siguiendo un flujo interno que me dirige a la meta."
Aprendí a caminar y a esquiar al mismo tiempo. Después de décadas de entrenamiento, soy consciente de que cuando voy descendiendo por un bosque, no voy esquivando árboles, voy recorriendo un camino de nieve, siguiendo un flujo interno que me dirige a la meta. Si pusiera mi atención en los árboles para esquivarlos, lo más probable es que chocaría con alguno. Como esquiador mi foco debe estar en el camino de nieve que está entre los árboles, no puedo quitar mi vista de él para que mi descenso fluya y sea exitoso.
De la misma manera, al seguir una visión y cumplir objetivos estratégicos previamente planificados en una organización, es normal que veamos los muchos obstáculos (árboles) que se nos presentan y nos enfoquemos en esquivarlos o resolverlos. Si nos quedamos con esta perspectiva dedicaremos el día a “apagar incendios”, chocando permanentemente con inconvenientes y no atenderemos debidamente las tareas estratégicas que nos dirigen a la meta.
Por esto, a la hora de preparar a colaboradores para la implementación de una estrategia determinada, lo más importante no es lo “que se ve” (los árboles), sino lo “que NO ve” (el flujo).
Las personas que son parte de una organización son como un iceberg. Lo más relevante del iceberg está debajo del agua y es invisible a simple vista. Es la masa que está sumergida lo que le da la flotabilidad al conjunto, es ahí donde está el centro de masa y es lo que la corriente de agua empuja. La corriente mueve el iceberg ejerciendo fuerza en el centro de masa que está sumergido; no empuja la punta del iceberg.
¿Cuál es el centro de masa de una persona? Su propósito trascendente, sus creencias más profundas y sus fortalezas de carácter. Todos estos aspectos permanecen invisibles a la vista. No aparecen en el CV, ni en la descripción de cargo, ni en los procedimientos, ni en los esquemas de incentivos, ni siquiera aparecen regularmente en los programas de capacitación y este “centro de masa” constituye la dimensión más relevante de un ser humano.
Un líder que sabe movilizar a las personas para la consecución de los objetivos estratégicos, necesita estar consciente de estos aspectos “invisibles”, puesto que debe ejercer una “corriente inspiradora” que “empuje” los centros de cada persona hacia la visión de la organización.
Entonces como empresarios y líderes, cabe preguntarnos: ¿cuál es el propósito trascendente de nuestros colaboradores? ¿cuáles son sus creencias más profundas y sus fortalezas de carácter? ¿se conocen a sí mismos? Si las personas alcanzan niveles más profundos de autoconocimiento y se abren a conocer a otros miembros del equipo, será más fácil alinear el trabajo que cada uno realiza con lo que cada uno ES y colaborar.
¿Qué efecto tendrá esto?
Mayor compromiso, puesto que no estarán trabajando solamente para la organización, sino también estarán avanzando en su propósito personal.
Mayor creatividad, puesto que ésta se relaciona con lo que uno ES, no con lo que uno SABE. Al final del día, la principal ventaja competitiva que cada organización posee es la capacidad de generar buenas ideas y de ponerlas en práctica de forma eficiente.
Mayor felicidad, mejor salud mental y emocional, porque cuanto una persona usa sus fortalezas internas aumentan las probabilidades de entrar en estado de flujo. Ese estado mental y emocional donde uno se encuentra completamente inmerso en una tarea o actividad, sintiendo un alto grado de concentración y disfrute.
Todo redundará en un mayor bienestar, productividad y fortalecimiento del sentido de la vida.
Felipe Alvarado
Director Programa de Management Huella Humana
Empresario y miembro de directorios de empresas internacionales.
Ingeniero civil, Magister en Control de Gestión de la Universidad de Chile. Especialista y relator en temas de Sustentabilidad Ambiental y RSE.
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